Acabo de leer Después
de la nieve y aún me cuesta despegarme de las sensaciones que me ha
provocado. La voz del protagonista con su lenguaje tosco, con sus observaciones
llanas, con la dura inocencia de su mirada de niño hombre, sigue acechando en
mi cabeza como un perro lobo a su presa. Esta lectura me pilló desprevenida.
Esperaba algo más común, un canto a la defensa del planeta en los términos
habituales. Pero es brutal, desgarrador y parece tan cercano, que por momento,
me aterraba la idea de lo real que parecía.
Después de la nieve
es un libro crudo que cuenta la historia de después de una catástrofe climática
que cambia la geografía del planeta, su esquema social, cultural y emocional.
Crockett plantea un mundo despojado de humanidad, con un
régimen totalitario en Occidente y se acerca peligrosamente a señalar a Oriente
como la causa de todos los males, los únicos listos que lo han visto venir y
sacan provecho del mal reinante. Me disgusta esta cuestión de señalar
responsables, pero entiendo que puede haber más de una lectura y de que la intención
de la autora haya sido plantear una fuente de debate, ¿Hacia dónde debemos
mirar cuando llegue la catástrofe?
En esta novela el ser humano está despojado de toda
humanidad, gestiona su día a día como una jauría de perros hambrientos y la
autora plantea este paralelismo constantemente. El protagonista, Willo, crece
ignorando casi todo, y quizá por eso mismo tiene la posibilidad de recurrir y
conocer la sabiduría ancestral de la que poco a poco los humanos nos hemos ido
apartando. Willo habla con su conciencia más radical, Perro, un cráneo de perro
que es su otra voz, la de la sabiduría que le ayuda a sobrevivir. Pero también
conoce la voz de Liebre, y lleva sobre su conciencia de cazador la muerte de su
lebrato. Escucha y bebe de la fuerza y el poder de la madre tierra dentro de
una caberna llena de imágenes ancestrales, allí, hace sus oraciones, reza a los
espíritus de los animales como antaño lo hicieron nuestros predecesores. Es un
canto a las raíces, a recuperar el oído fino que nos permite escuchar las voces
de otros seres vivos, o muertos.
Es un relato ambientado en un frío aterrador, nieve y
blancura de muerte por doquier; frío en la naturaleza y en el corazón de los
hombres y mujeres que luchan por comida, cobijo y calor. Y el único calor que
nunca debería faltar, desaparece antes de comenzar el relato, a Willo le
arrebatan su familia. Un concepto que se potencia en la miseria.
Entonces aparece María, una pequeña de trece años muerta de
frío y de hambre a quien a pesar de Perro, Willo rescata de una muerte segura. Willo
comienza a crecer también como hombre. En su camino de iniciación, encuentra la
compañera que al principio desprecia y luego respeta porque ella también es una
superviviente.
El frío de Después de
la nieve me trae recuerdos de un invierno húmedo y frío en Montevideo.
Aquel invierno en el que no se llegaba a fin de mes con una moneda en el
bolsillo, en el que para estudiar inglés tenía que caminar tres kilómetros de
ida y otros tantos de vuelta, y no había abrigo que contuviera la humedad
helada que se colaba a través de los zapatos y de la ropa. Había que
ahorrar el coste del autobús y caminar. Llegaba a casa con los pies
empapados y helados. Los sabañones
crecían en los dedos y en las plantas de los pies y al sacar los calcetines,
parte de la piel se iba con ellos. Entonces, mi madre llenaba un cubo de agua
hirviendo con sal y yo metía los pies en él para activar la circulación. Era
un dolor insoportable, por la sal, por el agua, por la carne herida que tenía
que cicatrizar, por la falta de lo básico que cada día iba a más.
Esos recuerdos escondidos bajo años de olvido, han tenido
que salir de nuevo al leer esta novela que tal y como está planteada, tiene que
remover las entrañas y dejar salir lo que sea que tengamos dentro.
Al final me quedo un con párrafo del libro prohibido
(siempre los libros y la lectura, como base de la rebelión) que condena por su
ideología a los habitantes de este relato a una muerte segura:
¡Debemos compartir nuestro optimismo! En torno al fuego, cuando nos
reunimos, cuando contamos historias. Debemos transmitir este don a nuestros
hijos.
Ellos deben convertirse en nuestros faros de esperanza. En nuestro
futuro.
Nací al sur del planeta en un país donde contar historias,
también fue hace algún tiempo, un símbolo de rebelión contenida.
Leed Después de la nieve, y hablad de
ello. Contad vuestras historias escondidas. Rebelaos.