sábado, 25 de febrero de 2012

Soy lectora

Soy una forofa de los libros. Me gusta su olor, la sensación del papel entre mis dedos; el olor a tinta y a pegamento. Me gustan los libros como objetos de arte cada vez más sofisticados; sostener al mejor detective del mundo entre mis manos, perseguir a la asesina entre páginas que parecen no tener fin, acompasar mi ritmo cardíaco a las brazadas de un náufrago en medio del océano. Sensaciones eternas, amorosas, furiosas, incontenibles, todas las emociones humanas las he ido descubriendo entre los libros.
Soy una defensora feroz de los libros. Creo que las versiones impresas jamás serán sustituidas por las electrónicas, pero también creo que el mundo evoluciona, que la sociedad va camino a una nueva etapa y que es justo que cada quien pueda elegir dónde y cómo leer.
Por eso estoy escribiendo estas líneas, porque entiendo que más importante que el continente es el contenido y que si el continente se vuelve cada vez menos accesible, el contenido no puede quedar perdido, inerte, desorientado o abandonado en un cajón. O tal vez amontonado en una mesa de saldos. Creo en el poder de la palabra, en la fidelidad de los lectores, en las enormes cantidades de amigos de los libros que no pueden acceder a ellos por problemas económicos, sociales o culturales; porque en algunos casos los libros ya ni siquiera podrán encontrar su lugar en las bibliotecas.  No porque no deseen ser parte de ellas sino porque no hay presupuesto para adquirirlos.
Por eso, porque defiendo la libertad de leer dónde, cómo y cuándo se le antoje al lector,  porque soy consecuente con la sociedad que estamos formando, porque no puedo tapar el sol con un dedo ni negarme a la evidencia. Por todas estas razones y algunas más que no voy a enumerar en este momento, es que apoyo y me vuelco en la edición digital. Tengo el respaldo de ser una forofa de los libros, de su olor a tinta recién impresa, de ser fiel defensora de la palabra oral y escrita.  Porque ante todo y todos declaro abiertamente  que Soy lectora, reivindico mi derecho a decidir la manera en que quiero acceder a la lectura.